Con la pandemia, hay un colectivo profesional que ha visto aumentar su trabajo exponencialmente. Sin embargo, esta mayor cantidad de trabajo no se corresponde con un mayor reconocimiento social. Hablamos de los servicios de limpieza, de esas mujeres y hombres que son los encargados de limpiar y mantener casas, despachos y oficinas, transportes públicos y todo tipo de espacios, limpios y desinfectados para que podamos utilizarlos con total seguridad.
Profesionales al pie del cañón
Hace unos meses, durante la etapa más dura del confinamiento, os hablábamos de diferentes colectivos profesionales que estaban al pie del cañón: los farmacéuticos, que en muchos casos se convirtieron en el personal sanitario que resolvía nuestras dudas, los veterinarios, que mantuvieron abiertas sus clínicas porque también eran sanitarios, los pequeños comercios de proximidad, que doblaban turnos y trabajaban para que nadie se quedara desabastecido…. pero no podíamos olvidarnos de las y los limpiadores, porque ¿qué produce mayor seguridad estos días que entrar a una oficina y encontrarla limpia y desinfectada?
En una entrevista realizada a finales de noviembre en Tenerife, muchas limpiadoras en esta ciudad se quejaban de lo infravaloradas que se sentían, aunque su trabajo se hubiera visibilizado mucho más. Sus mensajes mostraban que a mucha gente le faltaba un poco de empatía cuando veía a un trabajador de la limpieza, y lo consideraba como algo inferior o irrelevante: «mucha gente no valora nuestro trabajo, pasan por nosotras como su fuéramos un mueble y no dan ni los buenos días», «no valoran nuestro trabajo porque piensan que es un trabajo de bajo nivel, pero requiere mucho esfuerzo y mucha dedicación. Por ser limpiadoras no somos menos», explicaban dos de ellas.
La importancia de una limpieza profesional
El trabajo de limpieza requiere dedicación, experiencia, tiempo y mucha profesionalidad. Aunque parezca un trabajo que puede realizar cualquiera, no todo el mundo sabe hacerlo bien, y ahí está la diferencia entre un profesional o no. Limpiar es una actividad que tradicionalmente se ha asignado a las mujeres, y es cierto que la mayor parte de nuestra plantilla es femenina, pero no es una cuestión de género, sino socio-cultural. Hombres y mujeres están capacitados para hacerla, y tenemos que normalizar e incluso ver con orgullo el momento de coger una escoba, una bayeta, una fregona o subirse a una escalera para limpiar, sin menospreciar a la persona que lo hace.
No solo es estar agradecidos, sino poner en valor la importancia de este trabajo de limpieza y desinfección. Porque en estos meses tan complicados que estamos viviendo, escondidos tras las mascarillas y evitando el contacto físico, las limpiadoras y limpiadores son uno de los sectores que juegan un papel más importante. Gracias a ellos las oficinas y tiendas han vuelto a abrir al público, gracias a ellos podemos coger el transporte público con seguridad, gracias a ellos los hospitales y centros de salud son sitios seguros… y podemos continuar. Démosle el valor y la importancia a su trabajo, y seamos conscientes de, que esa señora con la que nos cruzamos en el descansillo de la oficina empujando el carro con la fregona y los productos de limpieza a lo mejor no descubre la vacuna contra la COVID-19, pero gracias a muchas personas como ella, se hace posible que los científicos trabajen en conseguirla.
